lunes, 29 de marzo de 2010

Jaime Garzón: un hombre bueno donde no se podía ser bueno.

Por Maria Isabel Vargas

La historia de Latinoamérica siempre ha tenido sus mártires, aquellos quienes en acto heroico murieron defendiendo su patria, sus convicciones e ideales que representaban un anhelo colectivo de una gran parte de la sociedad la cual pedía a gritos ser auxiliada, salvada y representada por un héroe que seria la voz de quienes callaban y es por eso que difícilmente serán olvidados, ya que su legado de valentía perdurará a través del tiempo en nuestras sociedades.

Pero la historia también nos ha dado tiranos, esos que han simpatizado con la otra pequeña parte restante de la sociedad y que también han representado y defendido sus intereses. Han sido aquellos contra los cuales luchaban esos mártires. Y es que es como en los cuentos, para cada Víctor Jara había un Pinochet, lo difícil es definirlos universalmente desde una valoración como cual era el bueno o cual era el malo, ya que siempre opinaremos dependiendo de en que parte de ese charco de la sociedad estemos ubicados.

Colombia no ha sido la excepción, pero acá no puede caber la duda de que un personaje como Jaime Garzón fue un héroe que perteneció al bando de los buenos, no se puede valorar de otra forma precisamente porque su labor no estaba destinada solo a una parte de ese charco social, sino que estaba dirigida a todos los colombianos.

Aquellos colombianos que nos oponíamos a abandonar la cómoda y conformista posición de seguir en aquel placido sueño bajo el efecto de la manipulación mediática que nos impedía ver como agonizaba nuestra Colombia por culpa de los políticos corruptos, el narcotráfico y los grupos ilegales. Y nosotros seguíamos sin hacer nada por defenderla.

Fue bueno precisamente por ayudarnos a crear conciencia. Tuvo la compasión de no despertarnos de forma abrupta, sino suavemente, con la sutileza y el amor con que una madre ayuda a un hijo a despertar cada mañana para ir a la escuela. No lo hizo por medio del regaño, sino que por medio del chiste nos sacaba una sonrisa mientras nos mostraba la cruda realidad y nos enseñaba a leer el entorno social colombiano por medio de la crítica y la opinión, haciendo que nos apropiáramos realmente de lo que nos pertenece: nuestro país.

Era bueno por crear un puente de fácil acceso al entendimiento. Nunca fue enredado como la mayoría de intelectuales, sino que se dirigió a nosotros con un lenguaje sencillo que hacia de su discurso un acto de inclusión, donde el común de la gente y todas las personas sin importar su ubicación en la pirámide social lograba entenderlo.

¿Como no va a ser bueno quien en vez de pensar que necesitaba para prosperar en su vida, decidió analizar que necesitaba una sociedad entera para salvarse?

¿Como no va a ser bueno quien lleva a cabo todas estas tareas inclusive siendo conciente de que pone en peligro su propia vida?

Bueno es quien hace el bien y Jaime precisamente lo hizo. Fue un hombre que abandonó aquel pensamiento individualista y egoísta que nos caracteriza a la mayoría de los colombianos para empezar a preocuparse por el otro. Y creo que todos estamos de acuerdo en que su acción fue buena.
Aunque como en toda historia, aquí no faltó el tirano que no quiso que el bien triunfara y que el héroe ayudara al pueblo victima del flagelo del malvado e interfiriera en sus planes, por lo que vio un peligro latente en el humor crítico de quien cuestionaba lo que no se debía cuestionar y hablaba sobre lo que estaba prohibido hablar, lo que terminó costándole la vida un 13 de agosto de 1999, día en que muere un héroe, muere la alegría y la esperanza de salvar por medio del humor un país que se esta destrozando, ya que estamos en un país donde no triunfa el bien y los buenos no tienen final feliz.

Narración escena por escena

Después de todo un día en que la casa ha estado en silencio absoluto de repente es abruptamente perturbado por algo más cercano que el distante sonido del pasar de los carros. Así, el imponente reloj de la sala marca las 6:30 PM mientras el toc-toc del taconeo poco a poco se va intensificando mientras se acerca más.

De pronto una mujer de uniforme blanco entra algo agitada descargando sobre el comedor unas facturas y dos bolsas llenas de toallas con fragmentos de cabellos que también han volado un poco hasta sus prendas.

En pocos segundos atraviesa la sala mientras es observada desde la pared por los retratos de tres jóvenes, que organizados por edad, de mayor a menor, pareciera que fijarán su mirada sobre ella mientras se desplaza rápidamente, al igual que su autorretrato de hace 32 años atrás, donde está joven y con una sonrisa que refleja serenidad y alegría la cual inevitablemente contrasta con la mujer de hoy que tiene un semblante de preocupación y cansancio.

Pronto la cocina que había permanecido inmóvil por varias horas empieza a transformarse y se hace testigo de su apresurada tarea mientras se dispone a preparar la comida bajo la presión de otro imponente reloj que se encuentra sobre ella.

En pocos minutos se encuentra amasando la mezcla para preparar arepas, luego las empieza a armar mientras deja que la parrilla empiece a calentarse, cuando de pronto el sonido de la alarma de un carro hace que vuelva a mirar el reloj para rectificar la hora y al momento saluda a su esposo que acabando de entrar, ya ha dejado sobre el comedor la agenda, la maleta y el radio de la empresa, para buscar una butaca en la cocina y sentarse junto a ella para acompañarla mientras termina de hacer la comida. El hombre aunque cansado, se ve contento, paciente y sereno.

-“hoy no me ha ido muy bien que digamos” con esa frase empieza así la mujer lo que seria una larga lista de quejas

Mientras está sentado se dedica a mirarla y a escuchar sus razones, hasta que la mujer recibe una llamada al celular y sube al cuarto algo afanada mientras habla un poco preocupada.

Cuando la mujer vuelve a bajar encuentra que su marido ha servido la mesa, calentado las arepas y además a preparado café para ambos, e inmediatamente cambia su actitud, se tranquiliza y se disponen a cenar.

Colombia ¿Plurietnica y multicultural?

Por María Isabel Vargas


Colombia ha sido y es un país que a pesar de que ha avanzado en sus propios esfuerzos por reconocerse así misma como una nación pluriétnica y multicultural, aún debe concientizarce e interiorizar lo que abarca convivir diariamente con ese concepto.

Nadie puede negar que Colombia siempre a buscado su modelo de desarrollo desde afuera, copiando los que son exitosos en el extranjero, pero aquí no siempre tienen el mismo buen efecto porque simplemente nuestra realidad es diferente y de allí la importancia en que se debería repensar un modelo propio que funcione desde nuestras propias lógicas y no desde lo ajeno, para lo cual se hace necesario tener en cuenta los afrocolombianos que siendo el 30% de la población ocupan una significativa cifra que no se puede ignorar y que han sido victimas de problemas como la exclusión, discriminación, desplazamiento y violencia.

Años atrás, ser afrocolombiano no era precisamente lo que un país como este que quería imitar una cultura ajena visibilizara, por lo cual sus temas y problemáticas no eran parte de la agenda mediática y por lo tanto no era parte de nuestra realidad social, ya que como siempre ha sucedido en las sociedades informatizadas, los grandes medios son los que impone solo fragmentos de una realidad indicándonos donde debemos fijar la mirada, dejando por fuera muchos otros problemas que son parte del ser colombiano. Pero ese es el peligro que ha tenido darle tanto poder de credibilidad a los medios, ya que les hemos permitido que nos construyan la realidad diariamente dependiendo muchas veces de intereses de las altas esferas de poder que son quienes deciden que les conviene que sepamos, que les conviene que hagamos o sobre que les conviene que pensemos e inclusive que les conviene que no miremos.

Es cierto que gran culpa de todo la tienen los medios, las mismas personas con su intolerancia y discriminación e inclusive la misma historia que llevan al hombro dichas comunidades, pero no se puede negar que la exclusión también ha sido un estado mental en que los afrocolombianos no han ayudado a que cambie dicha situación, ni que se organicen para liderar y ser gestores de su propias soluciones para lograr un cambio.

Lo correcto sería que partiéramos del principio de que cualquiera que sea la raza, religión, cultura a la que pertenezcamos, tenemos un territorio en común del cual todos debemos cuidar, tomar parte activamente en las desiciones que sobre este se tomen, ya que en él vivimos, gracias a él subsistimos y lo que pase con él nos terminará afectándonos a todos, por lo cual debemos unirnos alrededor de dichos intereses colectivos que compartimos y trabajar en equipo. En este aspecto todos somos iguales, porque todos somos colombianos, tenemos los mismos derechos y también deberes para construir, reconstruir, arreglar y cuidar nuestro país.

Pero además de reconocernos desde lo común, también hay que entender que eso de “pluriétnica” encierra mucho más que el color de piel y que “multicultural” no simplemente se refiere a la música, baile, comida y fiestas típicas, sino que es una forma de ser, de ver la vida, de vivir en la sociedad de forma diferente.

-“Esos negros no trabajan casi y se quejan de que son pobres pero no les puede faltar sus tragos el fin de semana” dice alguna gente juzgando la forma de vivir de los afrocolombianos.

Pero es que simplemente cada cultura tiene diferentes formas de vivir, priorizando lo que cada una considera es lo más importante. Así como para la mayoría de nosotros lo más importante en la vida gira entorno a la economía, en la adquisición y acumulación de bienes y dinero, ya que eso es calidad de vida para la mayoría de nosotros, para las comunidades afro lo más importante está en disfrutar la vida de una manera más alegre, liberarse del estrés un poco, y mantener lazos fuertes en sus relaciones sociales con los suyos, sus amigos, su familia, sin importar obtener un excedente más allá de lo básico, mientras que nosotros pensamos que lo tenemos todo con nuestra forma de vivir hemos tenido que pagar un precio alto y es vivir en pro de la producción, sin tiempo para nosotros, para nuestra familia, para las emociones y las relaciones que el dinero no puede comprar, pero esa fue nuestra elección y toda elección tiene un precio. Y hay muchos ejemplos más, porque cada cultura tiene sus prioridades, su forma de vivir, y no hay una forma mala, buena o correcta universalmente, simplemente todas son diferentes y funcionan para quienes eligen vivir así. Pero solo cuando entendamos eso, podremos convivir realmente desde lo que tenemos en común y desde el respeto por la diferencia, y se podrá afirmar realmente que Colombia es un país plurietnico y multicultural, más allá del papel.