lunes, 5 de abril de 2010

Una noche de peña andina

Folklore, musica andina, saya boliviana y peñas, son actualmente las pruebas de supervivencia de culturas que aunque en agonia, siguen siendo visibles en una sociedad cuya cultura cambia con el pasar del tiempo.
Por: Maria Isabel Vargas

Eran las 9 pm de un sabado comun y corriente en Popayan. La ciudad blanca recien se habia terminado de bañar, y eso se veia en sus calles donde habian quedado grandes charcos casi imposibles de evadir para el transeunte. Esa era la hora en que poco a poco se iban agrupando los jovenes en los parques, que aunque de dia son un poco solitarios, en la noche cobran vida sirviendo de escenario al punto de encuentro para los que se sientan en cualquier lugar a tomarse una media de Aguardiente Caucano, o como ellos le dirian “media de chorro”. Mientras tanto, el plan de otros muchos era ir al nuevo centro comercial Campanario, que con su innovadora arquitectura grande y lujosa, simulando lo que se ve actualmente en las grandes ciudades, ha llegado a despertar la fiebre entre los citadinos quienes hace mucho tiempo pedian a gritos el “progreso” y modernizacion de una Popayan que se ha conservado en su estilo colonial desde hace muchos años.

En ese momento, una chica de aspecto natural, sin maquillaje, ropa floja y zapatos comodos, sostenia su mochila mientras se acomodaba el saco, se enrredaba una bufanda en su cuello y caminaba con prisa por el barrio las Americas hasta llegar al parque Benito Juarez donde abordaria el ultimo Transpubenza ruta ocho. Su nombre es Luisa Garcia, una joven de 21 años, cuyo destino hoy no es precisamente ninguno de los lugares mencionados, sino que se dirije a una peña.

La buseta se detuvo en la entrada de Popayan, frente a “Andina peña bar”. En la puerta, esta pintada la cara de un aborigen y a su lado una cartelera indica cuales seran las presentaciones de esta noche: “grupo de danzas”. En ese momento, una mujer de rasgos indigenas y larga cabellera oscura y lisa, que viste un traje blanco de tela fresca y delgada, se acerca con pasos cortos hacia la entrada, para dar la bienvenida y ubicar a quienes llegan al establecimiento.“les recomiendo que se hagan adelante para que vean mejor la presentacion” sugeria mientras con una sonrisa los guiaba a una de las pequeñas mesas de madera que rodean la pista de baile.

El conjunto de mallas entrelazadas de los atrapasueños colgados en el techo, tenian la apariencia de una telaraña gigante que cubria toda la pista, mientras las figuras precolombinas y propias de la cultura indigena se tomaban el protagonismo en las paredes y los colores vivos adornaban cada rincon de este lugar. Todo tenia un aire mistico, propio de las culturas nativas, y una sensacion de trascendencia al encontrarse ante las manifestaciones de dichas culturas que han intentado sobrevivir ante el pasar de los años y el olvido por parte del resto de la gente. Era algo completamente diferente a lo que actualmente ofrecen las grandes ciudades, en las cuales el espiritu consumista no da cabida a espacios donde se le de importancia a recuperar nuestras raices culturales y todo ese legado que trae inmerso.

Despues de un tiempo, la pista de baile se comenzo a llenar de hombres y mujeres que apesar de sus diferentes edades y razas, los unia el respeto y el orgullo por sus raices etnicas e historicas. Mientras abandonaban apresuradamente sus mesas, bailaban al son de la saya y la musica andina, formando un solo circulo, no importaba si no se conocian entre ellos, pero todos se sonreian, era como si existiera un ambiente de hermandad y solidaridad donde eran bienvenidos, no habia espacio para la desigualdad. Todos se miraban unos a otros, se seguian y entre saltos contorneaban su cuerpo al sonido de la zampoña, el charango, los bombos y el requinto, como si conmemoraran los rituales en los cuales los pueblos nativos adoraban a sus dioses y agradecian por los beneficios obtenidos. Mientras que cuando sonaba una saya romantica, se armaban las parejas. Las mujeres con movimientos de cadera de izquierda a derecha, agitaban sus hombros y movian sus brazos de manera majestuosa, delicada y siempre con la frente en alto. Por otro lado los hombres le seguian el paso, con la espalda un poco inclinada hacia ellas y las manos atras. Apesar de bailar en pareja, guardaban cierta distancia y no se tocaban, almenos que dieran una vuelta.

durante esa noche magica, tambien sonaban unas cuantas canciones, que aunque no incitaban al baile, el simple hecho de escuchar sus letras abria un espacio de reflexion sobre el entorno que habitamos, nuestro papel en el mundo, y los problemas que nuestra madre tierra padece actualmente por culpa del mismo hombre y su idea de “progreso”. En esos momentos un refrescante vaso de wayuza era ideal para recobrar las fuerzas y descansar un poco.

al final de la noche, el grupo de danza de niños con sus atuendos tipicos, polleras cortas, cintas de colores y sombreros en mano, se tomaron la pista mientras bailaban saya, robandose la atencion de todos los asistentes, quienes aplaudian tan fuerte como si quisieran despertar a sus ancestros y demostrarles que apesar de todas las adversidades por las que han pasado despues de la colonizacion del hombre blanco, las nuevas generaciones seguiran luchando por mantener viva esta cultura y no dejarla sepultada en el olvido.

Son las 3 am, la ciudad ya ha dejado a un lado tanto alboroto y se ha ido a dormir. Mientras tanto Luisa camina rumbo a casa, mientras las preguntas se pasean por su cabeza. Se detiene un momento mientras observa los sitios de moda que han llegado a Popayan para darle un aire de progreso. Suspira y luego “el progreso para algunos envidiosos es negar la cultura propia para imitar la ajena” mira hacia el cielo como si quisiera disculparse por la ignorancia del mundo entero y lamentandose por lo que no es su culpa, sigue su rumbo.

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